sábado, 10 de mayo de 2008

EL PAVO


Como ayer a las 9 de la mañana todavía no había llegado doña Rita Jugo de Caña para matar, despenar y limpiar los 6 gallos que están confinados para tal fin en el castillo de las gallinas (todavía en construcción), agarré el autobús de las 9 y media y fui a la ciudad a comprar un litro de aguardiente para darles eso en vez de agua de manera que cuando llegue su hora de ser sacrificados estén borrachos y mueran felices en lugar de morir tensos y atemorizados. Pero Doña Rita llegó casi al mediodía pidiéndome para dejar eso para el lunes y yo estuve de total acuerdo para tener tiempo de engordarlos un poquito más. Entonces Shrek y yo aprovechamos para colocar palos de gallineros ya que anoche, pobrecitos, durmieron muy mal en el suelo. Recuerdo que en Navidad mi mamá compraba un pavo vivo y lo encerraba en el baño de las sirvientas y hacía eso, darle aguardiente en vez de agua, y no sé cómo era en aquel entonces, comer en una misma noche pavo y hallacas y pan de jamón y torta negra. Tal vez en aquella época ser gordo y barrigón no era, como hoy en día, escapar del modelo estético que nos ha impuesto la dictadura de la moda o la del aspecto de adolescente bulímico. También ayer pinté de amarillo chillón el piso de mi VW que me pareció que estaba oxidándose. Fue la única pintura oleosa que encontré en la herrería para hacer eso. En la ciudad, mientras esperaba el autobús, estuve babeando frente a una vidriera que tenia unos computadores bellísimos y unos monitores como lo que necesito porque éste aquí con once años de uso no aguanta más el pobre (aunque más me gustó el laptop que mi hijita menor compró en España). Ahora, además del sapo de verdad que está en el salón, las gallinas, los peces en los lagos, los pájaros enjaulados de Shrek y mi perra Au-au, tenemos otra mascota: una ardilla a la que le tomé un montón de fotos con la camarita digital que me regaló mi hija mayor cuando estuve en España hace 2 años. Fueron momentos mágicos que disfrutamos mucho aunque Au-au ahora se la pasa con celos de la ardillita asustándola con sus persecuciones.

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