Como hoy no hizo sino llover y llover y además fue día de fiesta nacional, ésta es la hora en que todavía no me he quitado la pijama aunque estuve a punto de hacerlo cuando acepté la invitación de mi vecina para que fuera a navegar por la Internet en su computador que es veloz y con un monitor en buen estado, pero mi ex–sapo me convenció a quedarme aquí abrigadita calientita y de pantuflas, cantando desafinado acompañada de mi teclado electrónico que compré para que me acompañara en mis viajes y no perdiese la práctica pues, cada vez que regreso de algún viaje a España, Venezuela, São Paulo o Río de Janeiro capital, no consigo, por lo menos durante 3 días, tocar nada en mi viejo piano alemán que me regaló el papá de mi hijo carioca pues quería que su hijo aprendiese a tocarlo. Ojalá que, -si él se quedara en Granollers con mi hija mayor, ellos 2 y mis bellas nietas se inscribiesen en el conservatorio de esa ciudad para aprender cada uno a tocar un instrumento diferente y 8 años después formar una banda. Sería lindo y maravilloso. Ya me veo en un teatro llorando de emoción en su primera presentación. Hoy me llamó por teléfono mi hijo mayor para preguntarme si ya había usado la tarjeta de crédito de mi hijo carioca y por lo tanto si ya estaba feliz porque no le debía nada a nadie, etc. Le dije que pasado mañana sábado cuando fuera al supermercado cuyo dueño es un buen amigo que no nos denunciará a la policía por usar la tarjeta de otra persona, intentaría de nuevo. Por lo demás, hoy estuve horas batallando contra mi máquina de coser tratando de arreglar una de las 5 piezas de ropa que mi hijita menor me dejó aquí para eso, pero al fin tuve que coserla a mano pues son ropas delicadísimas. También, con la masa para ñoques que sobró de ayer quise cocinarlos en agua como debe ser pero se deshicieron mientras trataba de saber cuánto tiempo tenían que quedarse en el agua. Cuando por fin mi vecina me dijo que 30 segundos, ya era demasiado tarde....Qué lástima, los de ayer habían quedado tan sabrocitos....