miércoles, 14 de mayo de 2008

EL MARISCAL



Ayer, después de que desayuné (como casi siempre con un huevito de yema de oro de mis gallinas, frito en aceite de oliva, dos cucharadas de paté de espinacas con la mitad de un pancito francés y después a otra mitad con mermelada y café con leche), me arreglé y fui con Shrek a visitar a una vecina que desde hace tiempo no está muy bien y ya su marido ha venido varias veces a pedirme que vaya a visitarla. Para llegar allá son unos 15 minutos caminando calmamente. Estaba allá su hija que vive en Recife (capital de Pernambuco, región Nordeste de Brasil) quien me contó que el mes que viene va a visitar a su nieta recién nacida que vive en Palma de Mallorca. Le conté que mi hijo carioca también estaba allá y que de repente se encontraban para practicar el idioma portugués. Entonces ella me dijo que aquello no es un pueblito en una islita como yo me imaginaba sino toda una ciudad inmensa con un aeropuerto igual o incluso mayor que el de Río de Janeiro capital, y hasta era allí donde estaba la residencia de veraneo del rey Juan Carlos. La visita fue de exactamente una hora, cronometrada por Shrek. La pobre doña Dea casi no habló y ahora las hijas se turnan para estar siempre alguna de las dos con ella. Su marido, que tiene 80 años y es un año menor que ella, dice que el día en que él no pueda manejar más o que tenga que usar pañales geriátricos, se pega un tiro. Y es capaz de hacerlo porque su propio papá le dio un tiro al jefe de policía de aquí de Teresópolis y lo mató porque no lo trató con el debido respeto a un Mariscal. Por lo menos es la historia que cuenta nuestro dentista Eterno Candidato, porque eso sucedió mucho antes de yo haber llegado a vivir en esta ciudad (1985).

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