sábado, 17 de mayo de 2008

EL CINE




Ayer me llamó por teléfono mi única hermana desde Sevilla y estuvo hablando conmigo casi una hora y me contó que había recibido una llamada de mi hermano que vive en Miami pidiéndole una colaboración de unos 2 mil euros para poder sacar a la inquilina de la casa de Caracas que él quiere vender, la casa de nuestra infancia, donde fuimos todos tan felices tumbando piñatas cada vez que cumplíamos años, comiendo las deliciosas tortas que para conmemorar esas fechas hacía mi mamá y también la gelatina, y donde pasamos nuestras navidades y años nuevos todos juntos abriendo los regalos del niño Jesús al pie de un pino que llegaba hasta el techo y un nacimiento que mi propio papá hacía todos los años, sentado en el suelo, colocando las ovejitas, los pastorcitos, la estrellita de Belén. Qué suerte tan grande la nuestra que nacimos en Venezuela y no en África, ni en Asia. Entiendo perfectamente a mi mamá que no quiere vender la casa que ella y mi papá construyeron con tanto sacrificio, dejando de ir al cine porque la entrada era el precio (eso hace 60 años y hoy en día también) de un saco de cemento. Cuando terminé de hablar con mi hermana fui toda contenta a contarle nuestra conversación a Shrek y no sé por qué se puso furioso y todavía está. Pero durante todo el día estuvo feliz de la vida. Claro, si siempre fuese un “melao” ya me habría hartado de él. Pero así tenemos 18 años. A lo mejor está asustado porque le dije que le iba a botar su pimienta ya que él me había botado un frasco de cambures asados que tenía en la nevera para hacer una torta. En la mañana estuve una hora conversando con mi dentista el eterno candidato y 5 minutos sentada en la silla odontológica donde me llenó la boca de yeso para hacer un molde. Entonces se puso a cantar el himno nacional de Brasil de donde agarró una frase que será el slogan de su campaña para concejal que comienza en Julio (elecciones municipales) y me explicaba las leyes que propondría para acabar con la injusticia en nuestra ciudad, etc. Total, el yeso se secó y casi me tiene que llevar al hospital para poder abrirme la boca.

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