jueves, 10 de abril de 2008

LOS NOVIOS

Ayer fue un día rosado intenso. Después de haber leído la historia interesantísima de Guido Bartoloni, con el último huevo que había en la nevera y la última taza de azúcar que había en una bolsita dentro del armario (y otros ingredientes menos escasos), hice una torta de maíz (bolo de fubá) para sustituir el pan francés. Cuando terminé de hacer la torta me fui a dormir mi pre-siesta pero en eso llegó el cartero con un sobre inmenso. Mi ex–sapo vino a entregármelo a la cama diciendo que era de Sevilla. Pero inmediatamente me di cuenta que la letra no era la de mi hija morena. Y cuál no sería mi sorpresa al ver el remitente: la suegra de mi sobrina sevillana. Abrí el sobre grande y dentro había una revista (donde estaba publicado un poema de ella de una página entera), y dentro de la revista una bella carta y un pequeño sobre cerrado. Lo abrí y tenía fotos de hace 7 meses del matrimonio de su hijo con mi sobrina sevillana. Fui sacando las fotos una a una y mostrándoselas a mi ex–sapo, explicándole quien era quien, hasta que se acabaron las fotos a lo que él, muy triste y serio, comentó que qué lástima que no había también en ese sobre un billetico de cien euros para salir a comprar caraotas negras y vino. Yo no había ido a la ciudad ni después tampoco fui, para no quebrar o romper la promesa que me hice de no comprar vino a crédito mientras esté endeudada. Más tarde, durante mi caminata diaria, le mostré a mi vecina las fotos y le conté el comentario de mi ex–sapo y cuando yo estaba saliendo de su casa después de haber navegado en el computador de su hijo médico e ingeniero, me regaló un kilo de caraotas negras. Yo no las quería aceptar diciéndole que teníamos lentejas, garbanzos, y que mi ex–sapo tenía que dejar de ser tan fresco y comer otras leguminosas y, además, si él sabía que eran regaladas, no las tocaría. Pero ella me dijo que le contara a él que yo las había encontrado en el fondo del armario. Y fue lo que hice y se puso contentísimo e inmediatamente las cocinó y se las comió casi todas, puras, apenas aliñadas, sin arroz, sin harina de yuca, sin ningún tipo de carne, sin nada excepto un gran placer.

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