martes, 22 de abril de 2008

LA YEGUA



Ayer, después de que desayunamos a las once de la mañana con crepes de espinacas, mi hija menor, nuestro amigo Samuel y yo (porque mi ex –sapo estuvo todo el día en la cama enratonado), nos fuimos a la capilla de Nuestra Señora de los Vientos que está en el pico del primer cerro de la cordillera de Los Inocentes. Samuel me preguntó que quién había hecho los escalones (500, de lajas y adoquines de piedra) y entonces le conté la historia de mi retorno a Dios, pues durante 20 años había sido atea, pero una noche en que estaba yo sola con mis 4 hijos menores pequeñitos, comenzó a ventar tan fuerte que llegó un momento en que vi mi vida y la de mis hijos amenazada a tal punto que, en una súplica desesperada e inconsciente, levantando el brazo derecho dije “Virgencita de la Consolación de Táriba, detén ese viento y te prometo construir una capilla en el pico de esa montaña (al pie de la cual estábamos mis hijitos y yo), y milagrosa e instantáneamente el viento PARÓ, después de haber estado furioso durante 6 horas seguidas atormentándome queriendo derrumbar la casita que el propio Samuel nuestro amigo había construido unos dos años antes. Cuando regresamos de la capilla almorzamos y después del almuerzo nos fuimos a la feria de El Alto, donde mi hija anduvo a caballo y yo, de tacón alto, corrí junto con ellos para tomarles fotos. Descubrimos que una de las yeguas que alquilaban se llamaba igual que mi hija menor. Después volvimos para la casa y tomamos café, ellos cargaron la nave y se fueron a São Paulo y me dejaron aquí abandonada y triste pero con una sonrisa de oreja a oreja por lo que corriendo me fui a caminar con mi vecina/mejor amiga/psico-analista/gran cocinera e hija de padre y madre japoneses y entonces me deshice en lágrimas.

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