miércoles, 23 de enero de 2008

FLOTANDO



Nunca traicioné, ni quiero traicionar jamás, ni siquiera platónicamente, a mi ex–sapo y ahora príncipe consorte (o con-suerte), pero ayer, martes 22 de Enero de 2008cuando le extendí la mano derecha a mi abogado para despedirme y le dije “chao doctor” él me la agarró con su mano izquierda y me dijo “chao” de una manera que me dejó sorprendida por su calidez a pesar de que lo conozco desde hace 21 años y siempre me pareció muy serio, muy formal y comportado aunque cuando lo escogí para ser mi abogado fue porque me pareció, en esa época hormonal de la vida femenina, un hombre muy atractivo a pesar de no ser ni alto, ni bonito. Y no sé si eso fue lo mejor o lo peor que me sucedió ayer porque desde ese momento sentí como si estuviese flotando o, como mi propio ex-sapo percibió, “drogada”. Lo cierto es que muy alegre, feliz, contenta y bien dispuesta pinté paredes, fregué pisos, cambié alfombritas, cortinas y manteles, lloré leyendo y volví a llorar otras dos veces al leer y leer de nuevo este trecho de Mariano Picón Salas en su libro “Miranda”^: He aquí que cuando descubre la tentativa napoleónica de convertirlo en país definitivamente vasallo, el pueblo español se pone en pie y el alcalde de una aldea de Castilla declara la guerra al emperador de los franceses, mientras tras el viejo rey Carlos IV y el frígido y siniestro príncipe de Asturias marchan con su cortejo de frailes y validos a la humillante capitulación de Bayona. Lo que Talleyrand y Napoleón pensaron que sería un simple sainete diplomático se les trueca en sangrienta guerra popular. España se defiende contra sus falsos aliados. Una emoción de comunas y guerrillas insurrectas sacude la península, desde Navarra a Andalucía en esa primavera de 1808. Como en los grandes momentos de su historia nacional, la dormida y calumniada España, ofrecía a Europa lo más auténticamente español: su heroicidad ciega, su pasión sin cálculo, su individualismo frenético. Con el levantamiento súbito y feroz de las multitudes españolas ... la línea de la política europea da un sesgo imprevisto...”.

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