viernes, 4 de enero de 2008

EL LAGO




Hoy, viernes 4 de Enero de 2007, mi segunda hija cumplió 31 años. Le mandé un mensaje de texto felicitándola con mi Tim nuevo pero se me olvidó firmar, aunque fuese sólo “mamá” y se quedó intrigada hasta que la llamé por teléfono a las 6 de la tarde de aquí, 9 de la noche de allá, y le conté que me habían regalado hace poco ese “móvil” como le dicen en España a los celulares. Conseguí señal para telefonarla mientras caminaba con mi vecina y mejor amiga por la orilla del lago de la bella Granja Comarí, una de las urbanizaciones más bonitas de Teresópolis (la ciudad más elevada del estado de Río de Janeiro, uno de los menores estados de Brasil) donde vivo desde hace casi un cuarto de siglo. Mi menor hija, que estudia sociología pero debió haber estudiado economía, me pide que no venda esto puesto que aquí soy tan feliz y en realidad aquí estoy muy bien acomodada, instalada, contenta, diría que en un mar de rosas con bastantes espinas. Hoy por ejemplo cuando abrí la puerta de la nevera, la condenada puerta se vino abajo y es que lo que la sostenía ya estaba tan oxidado que se pudrió y abrió. Gracias a Dios y a mis vecinos que nos regalaron otra nevera hace como 2 años y que desde entonces usábamos como armario de envases de plástico (así como el horno de microondas también fueron ellos quienes nos lo regalaron y lo usamos como armario de paños de cocina) colocamos todos los alimentos que estaban en la nevera ahora sin puerta dentro de esa otra nevera, -después que estuve toda la mañana limpiándola porque durante el día siempre se quedaba abierta para airearse...y llenarse de polvo. Pero cuando uno se muda, comienza una nueva vida. Y de todas manera, si no vendo y me quedo aquí, tendré que dejar esto, algún día, con o sin dolor, cuando muera.


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