martes, 15 de enero de 2008

EL CONVITE



Hoy, domingo 13 de Enero de 2007, en vez de quedarme todo el día navegando o naufragando como me gusta hacer los domingos, cumplimos el compromiso de haber aceptado una invitación para almorzar en casa de la novia del papá de Jéssica (la amiguita de mi nieta mayor que vive en España). Cada vez que mi ex–sapo (porque ahora es un príncipe) necesita llevar alguna reja muy pesada para colocar en la casa de algún cliente que viva muy lejos, lo llama a él, porque él tiene una especie de camioncito, para que lo lleve. Y como hace unos días no teníamos con qué pagarle, él almorzó aquí y se sintió muy honrado por eso....pero no consideró eso como el perdón de la deuda sino que ´pr si vez nos invitó a almorzar. Total, llegamos allá y la tipa parece jovencita pero tiene ~51 años y fue Miss Teresópolis a los 18. Es hija de italianos. Después del título de Miss se casó con un millonario de Río pero no lo aguantó ni un año al cabo del cual regresó a Teresópolis donde se compró esa casa donde vive, una especie de mansión, los platos donde comimos el almuerzo, de loza finísima (AY, y yo que le serví en mi casa el almuerzo a su novio en unos platos horrorosos .... mi Dios, qué vergüenza). Él tiene 37 años y ella, que no tiene hijos pero tiene real, está total, absoluta y locamente enamorada de ese Bahiano y quiere que él se mude de una vez por todas para allá. Pero Bahiano no halla como safarse de ella y le sigue la corriente porque ella trata muy bien a sus hijos, cada uno tiene un cuarto lujoso en su casa, todo muy limpio y organizado mientras que en casa del papá, divorciado, aquello es una pocilga asquerosa. Mi primera suegra decía siempre “la belleza cuesta muchos sacrificios”, y Bahiano debe pensar “la libertad cuesta muchos sacrificios”, porque la tipa es celosísima y un general que tiene a monte los empleados y hasta a la pobre Jessica y me imagino que futuramente también a Bahiano, porque en el tal almuerzo todo el mundo estaba limpiecito, enjoyado, perfumado y Bahiano estaba como siempre, como digno habitante de su casa.

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