lunes, 4 de febrero de 2008

LA FLORIDA



Ayer, domingo 3 de Febrero de 2008, me sentí la mujer más feliz del mundo cuando fui a conferir mi saldo en la cuenta corriente (y así saber si podría pagar la cuenta del abultado mercado que mi ex-sapo estaba haciendo para llenar nuestras barrigas y las de casi todos los miembros de su familia que están pasando vacaciones con nosotros) y vi que mi cuenta corriente también estaba abultada, gracias a Dios y me imagino que a a la generosidad de mi hijita mayor y la honestidad de mi hijita menor, después de lo cual pagué y me fui a la misa que había mandado a rezar por el alma de la madre de mi primera comadre. Cuando llegué a la iglesia el padre (que no era el padre N., a quien le debo una disculpa por un email que le escribí y que él me respondió con tremendo bollo), que es joven, bello y apresurado, ya estaba por el sermón de manera que cuando mi ex–sapo estaba llegando a la iglesia cargando con todas las compras ya yo estaba saliendo de la iglesia, donde de rodillas agradecí a Dios por todo lo bueno que me sucedió durante toda la semana y le pedí perdón por mis ridículas lamentaciones. Volvimos a casa y casi dos horas después almorzamos todos juntos en nuestra mesa redonda y ellos, no sé si para que yo no pensara que eran unos tragones, apenas ensuciaron los platos quizá porque ya estaban de barriga llena de galletas que es lo que trajeron en sus maletas y siempre están todos masticando, pobrecitos, ya mi compasión asquerosa por ellos se está convirtiendo en cariño amistoso y me divierte mucho su compañía, sobre todo la des los niños que solamente me largan cuando no está lloviendo y tienen que salir obligados por sus padres y junto con ellos a caminar y enfear la florida Granja Comari, no tanto paseando por ese bello y aristocrático lugar sus cuerpos deformados por el exceso de peso, sino sus maneras, peinados, ropas y ausencia de algunos dientes.

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