miércoles, 27 de febrero de 2008

CONTACTOS VIRTUALES



Ayer, lunes 25 de Febrero de 2008, después de varios días en Rio de Janeiro capital bebiendo cerveza y comiendo chorizo, estuve toda la mañana y parte de la tarde sintiéndome mal, supongo que es eso lo que llaman “resaca” o ratón. De cualquier manera disfruté mucho mi desayuno con un huevo de yema roja de mis gallinas criollas y sobre todo navegar de madrugada por la Internet en mi viejo y querido computador con el que entro en contacto virtual con mis hijitos, hermanos, primos y amigos. Me gustó mucho un mensaje de mi primera comadre que dice que tenemos que limpiar los cajones, armarios, nuestro cuarto, el garage y darle a alguien o botar lo que no usamos más, porque la actitud de guardar un montón de cosas inúiles amarra nuestras vidas...y como después fui al banco y vi que Manoela no me había depositado nada y estoy endeudada hasta el pescuezo por lo que tuve que comprar todo lo que no había en casa (vino, pan, brócolis, espinaca, zanahoria, remolacha, perejil, tomate, pescado, papel higiénico, huevos y no compré leche porque la mochila se pondría demasiado pesada para yo cargarla) con mi tarjeta de crédito, decidí hacer eso pero no lo hice y lo único “productivo” que hice en todo el día fue barnizar una de las 12 tablas del techo del gallinero, lo cual hice muy feliz de la vida porque me encanta pintar sea con brocha gorda o con pincel fino, aunque mi casa o mejor dicho mi rancho está un asco, todo lo contrario de la bella casa de mi hijo carioca. Pero fue muy bueno aunque triste que mi pobre ex–sapo no hubiese bebido vino porque según él mismo dijo, solamente beberá cuando pueda comprarlo de contado con dinero ganado con el sudor de su frente. Fue lo mejor y más conmovente que me sucedió ayer, aunque lo que me hizo llorar fue ver un capítulo de un seriado en japonés llamado “Natsu y Haru” o algo así que es una historia que tiene que ver en todo con la propia historia de mi vecina, mejor amiga, psico-analista y gran cocinera con quien no pude caminar porque llovíó mucho, muchísimo, menos mal que vivo a 975 metros sobre el nivel del mar.

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