jueves, 28 de febrero de 2008

EL LÍMITE


Hoy, martes 26 de Febrero de 2008, en vez de hacer la gimnasia mía de cada día, barnicé una tabla de las 12 que formarán el techo del castillo de las gallinas. Mientras barnizaba la tabla, pensaba que si llegaba Luis Vigilante para ser Luis Albañil, no estarían listas todas las tablas pero él me había dicho ayer que si lloviese él no vendría y los pronósticos de tiempo de todas las estaciones de TV coincidían en que llovería y así ocurrió. Cuando terminé de pintar esa tabla fui al taller de herrería a buscar maíz para darle a las gallinas y, -lo mejor que sucedió para mí el día de hoy-, estaba allí el campesino (agricultor que había mandado a hacer un parapeto para la casa donde vivirá después de que se case con su novia)que le pagó a mi ex-sapo, justamente cuando mi tarjeta de débito había llegado a su límite de crédito (mi vida, gracias a Dios, está llena de milagros). El tipo, además, mandó a hacer otro servicio para un vecino suyo y se fue. Apenas el novio campesino se hubo ido quisimos salir a agarrar el primer autobús para ir a la ciudad a gastar lo que él nos había pagado pero la lluvia estaba tan fuerte (y yo continuaba sintiéndome mal) que me fui a dormir mi pre-siesta mientras mi pobre ex–sapo esperaba desesperado que yo me despertase para ir a comprar caraotas, bistés de cerdo y, principalmente, vino. Porque, de esas 3 cosas se encontraba en ayuno desde el jueves, pobrecito. Regresamos de la ciudad a tiempo de yo salir, gracias a que (momento mágico) había parado de llover, a caminar con mi vecina, mejor amiga y psico-analista a quien medio le conté mis peripecias de los 3 días que pasé en Rio de Janeiro capital, para ver si vomitando el sapo que me había tragado entero, conseguía volver a la normalidad y se me pasaba el bendito malestar estomacal, pero como ni me provocaba hablar, ella aprovechó para desarrollar al máximo su tema predilecto que son todas las enfermedades con énfasis en las recientemente descubiertas de manera que al final de nuestro paseo, - en el límite del asco-, no vomité porque no había comido nada desde el desayuno.

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