sábado, 29 de marzo de 2008
LA YUCA
Lo mejor que me sucedió anteayer fue que, (después del bollo que le echó mi ex –sapo) Luis Vigilante apareció aquí a las 9 de la mañana con su mochila de albañil y se puso a revocar las paredes del castillo para las gallinas e hizo un trabajo tan bonito (lástima que faltó cemento para terminar las 4 paredes) que mi vecino dijo que iba a ver cómo conseguía un cupo en ese gallinero. El día no fue 100% maravilloso porque a las 7 y media de la mañana llegaron de Río de Janeiro capital la mamá y el hijo de la chica que está hospitalizada. Dios que me perdone pero, pobrecita, no sé cómo aguanta cuidar a ese nieto (consentido y malcriado que hasta dormido es inquieto). Por eso a las 4 y media de la tarde me fui, prácticamente huyendo de mi casa, a caminar con mi vecina, mejor amiga, psico-analista y gran cocinera a pesar de que Luis no había terminado su servicio de albañil. Cuando regresé del paseo y fui a la cocina a beber agua... ¿qué veo?, una olla llena de yuca humeando, suavísima, saladita pero no mucho, que la pobre mujer había comprado (porque sabe comprar yuca cuando está en su punto) y había cocinado el tiempo necesario para que ni quedase dura ni se deshiciese, colocándole la cantidad de sal requerida para que quedase tan deliciosa como yo tenía años que no comía. Realmente, no hay mal (¿ni bar?) que por bien no venga.
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