domingo, 16 de marzo de 2008
EL CONVENTO
Hoy, sábado 15 de Marzo de 2008, Luis Vigilante vino a trabajar como albañil y colocó la puerta del castillo de las gallinas para lo cual tuvo que hacer un hueco en la pared oriental de la herrería, cosa que mi ex –sapo podría haber hecho para ahorrarnos 25 reales, pero no solamente no quiso hacerlo sino que casi se le salieron las lágrimas cuando Luis comenzó a hacer el hueco y protestaba y me criticaba y decía palabrotas porque le estaban quebrando, reventando, destrozando “su” herrería, que no solamente está encima de mi terreno sino que fui yo quien pagó su construcción con 5 mil dólares que recibí de un inquilino que se enamoró de mi bar (hace diez años cuando funcionaba en lo que es hoy el salón para fiestas). Pagó 9 mil dólares por 3 meses de alquiler adelantados pero, a los 24 días, le dio un infarto al miocardio y estuvo hospitalizado 4 días, después de lo cual no pudo reabrir el bar por orden médica. Hoy también fui al hospital a quitarle mi amado celular TIM, ya descargado, a la única hija del único hermano de mi ex –sapo y a entregarle el celular Vivo cargado, todo escondido porque no está permitido tener allí celular. El Vivo es un horror como se come los créditos además de que no puedo enviar torpedos para fuera de Brasil. Cuando estoy con mi TIM me siento feliz, como si estuviese acompañada de mis 6 hijos, mi mamá y mis 4 hermanos, todos en mi bolsillo a pesar de habitar otras ciudades, otros estados, otros países y hasta otros continentes. Al salir del hospital compré dos botellas (3 litros) de Bordó y me vine a mi casa a dormir mi pre –siesta. Me imagino que Bordó debe tener algo que ver con Burdeos, o Bordeaux, Francia, de donde era una profesora de francés que teníamos mi prima de Margarita, mi hermana y yo cuando éramos adolescentes. Su papá tenía un castillo de verdad y una bodega donde guardaba su propia producción de vinos. Un aterdecer ella nos regaló una botella pero no era tinto sino blanco y las 4 nos emborrachamos esa noche en el cuarto donde dormíamos en un convento de monjas donde estudiábamos internas en el norte de España. Menos mal que al día siguiente no estábamos enratonadas, pero a todas nos vino, simultáneamente, la menstruación.
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