miércoles, 19 de marzo de 2008
EL ENSUEÑO
Ayer ha sido un día extenuante. En vez de hacer la gimnasia mía de cada día me puse de “macunbera” (¿hechicera?) a gravar (o tallar) los nombres sobre las velas, de la manera correcta y no como anteayer que hice todo equivocado, los benditos de la enferma y su madre con apellidos y todo. Después desayuné y me fui hasta la punta del cerro donde vive ahora la “mãe de santo” (como llaman aquí a las, digamos, “hechiceras” o curanderas) que mandó a escribir esos nombres sobre esas velas “de 7 días”. Rezamos y de allí me fui al hospital y mi nieta-postiza, que tiene 20 años, parecía estar alegre, feliz y contenta y no como el sábado que estaba con fiebre. Quién sabe si tantas oraciones están dando resultados positivos porque los remedios que le están dando en el hospital continúan siendo los mismos. A las 9 de la noche mi ex–sapo y yo terminamos de limpiar el cuarto de los huéspedes que queda en el fondo del taller de herrería y casi inmediatamente después llegaron la madre y la tía de mi nieta-postiza que pretenden quedarse aquí hasta que le den de alta a la chica. Lo mejor que me pasó hoy fue haber ido a caminar con mi vecina, mejor amiga, psico-analista y gran cocinera. Nos reímos muchísimo de nuestro dentista-eterno-candidato que se aprovecha cuando uno está con la boca abierta llena de aparatos para leernos sus poemas (pero a ella lo que le gusta son las historietas del Pato Donald y a mí lo que me gusta son los chismes). Y lo más loco que me sucede desde el domingo (que fue cuando vi en el programa Globo Rural el milagro que hizo Richard Bryan Charitgy en el Nordeste) es que me están dando unas ganas enormes de irme para allá ¿aceptarán aprendices? No hago sino pensar en eso. ¿Será porque “Cuando se realiza un sueño, otro mayor vendrá a ocupar su lugar”? (No sé quién dijo eso pero parece Paulo Coelho o Anthony de Mello). Y realmente este sitio de 60 mil metros cuadrados es un sueño realizado. Soy muy feliz aquí pero ahora ya tengo 12 años soñando en venderlo para realizar un sueño mayor: arborizar el “desierto” del Nordeste de Brasil, o aunque sea un pedacito pequeñito de esa área.
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