viernes, 14 de marzo de 2008

LA FUGA




Hoy, jueves 13 de Marzo de 2008, gané 150 reales (unos 50 euros) por haber trabajado como faxineira (empleada doméstica que hace limpieza en general) pues dejé mi salón para fiestas total y absolutamente limpio, sobre todo los baños y hasta el garaje, porque hoy era el día en que vendría Manoela con un director de películas a filmar un comercial. Pero a las 5 de la tarde la llamé para preguntarle que a qué hora pretendían venir (yo estaba desde las 7 de la mañana vestida y arreglada esperándolos) y entonces ella me preguntó si “mi hija” no me había dado el recado. Ella había llamado a mi celular TIM (que yo le presto a “mi nieta”: la única hija del único hermano de mi ex–sapo que está hospitalizada) el sábado para avisarme que no filmarían aquí sino en Petrópolis. Le pregunté si quería que le devolviera los 150 reales que me había depositado para reservar el salón para fiestas el día 13 y ella me dijo que de ninguna manera y yo le respondí que menos mal porque ya los había gastado. Claro, me quedé un poco triste porque hoy me pagaría el resto del alquiler que era cien reales más. Me fui entonces a caminar con mi vecina, mejor amiga, psico–analista y gran cocinera (¡qué ensalada maravillosa la que me comí hoy al almuerzo que ella me regaló anoche!) y después de que conversé sobre todos mis dolores del alma, no sé cómo llegamos a Fidel Castro y entonces le conté que yo había trabajado en la Embajada de la República Árabe Unida aproximadamente en 1967 y allí había conocido una chica cubana llamada Liliana muy bella y elegantísima que había huído de Cuba con su marido un veterinario (con quien mi hijo mayor trabajó un cuarto de siglo después) pero que su padre, médico respetable y muy rico que vivía en el Country Club de La Habana, no había querido de ninguna manera abandonar su país como tuvieron que hacer todas las personas “decentes y anticomunistas” temerosas de que el nuevo régimen revolucionario los dejara en la calle. Pero como él fue el único médico que no huyó, Fidel lo nombró Ministro de Sanidad y fue así como Cuba se convirtió en referencial mundial de excelencia en medicina.

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