domingo, 2 de marzo de 2008
LA INDIECITA
Hoy, ay, viernes, 29 de Febrero de 2008, en vez de tocar piano una hora (más o menos entre 7 y 8 de la noche), como hago todos los días, me puse a limpiar, -de la manera como me enseñaron las monjitas de Villa Maria Convent, el colegio en Montreal CANADÁ, a donde mi papá me dejó interna cuando yo tenía 12 años-, limpiar la sala, ya que Manoela llamó por teléfono para decir que había estado esperando que llegase a Brasil el director de la película que van a filmar aquí si a él le gusta esto y que por fin decidieron que filmarían el día 13 pero antes, el 4 de Marzo, ¡dentro de 4 días!, ella vendría aquí a visitar esto con el director. Total, limpié muy bien la mesa del diyey (DJ), como llamamos una inmensa mesa que nos regalaron unos inquilinos. La mesa la limpié en 5 minutos, y los otros 55 minutos estuve quitando los peroles que estaban encima de la mesa para poder limpiarla. Me imagino que mañana tardaré más que eso en limpiar cada perol antes de colocarlo de nuevo encima de la mesa. Pero si mañana no llueve y viene Luis Vigilante a ser Luis Albañil, no podré hacer eso. Lo cierto es que al terminar de limpiar la mesa me fui a la cocina casi desmayada de hambre y comí coco y merey. Mi hija menor me pide que escriba en este blog más historias sobre mi pasado. Pues en ese colegio Villa Maria Convent de Montreal CANADÁ también estudiaba una hija de Fulgencio Batista que era el presidente de Cuba en aquella época, antes de Fidel Castro. En los jardines de ese colegio había un lago con botecitos donde remábamos en otoño y en primavera. También había una montaña de donde nos deslizábamos sobre la nieve en trineo durante el invierno. Al lado de las otras chicas que allí habían yo era un verdadero bicho del monte algo así como Gleisiane la cuñada de mi hijo carioca que estuve a punto de adoptar hace 3 años cuando ella tenía 16. Parecía una indiecita recién salida de su tribu en la selva, o mejor dicho, una indiezota porque era alta, con tetas inmensas, nalgas idem y lo único pequeño, su cinturita. Descubrí que mi pobre ex-sapo, como saludable animal, suspiraba por ella. Entonces me fui a Venezuela y ella se quedó con su hermana mi nuera en Río de Janeiro Capital donde se enamoró de un traficante de drogas y por eso su hermana la mandó de vuelta a su tribu en la selva.
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