Hoy, martes 8 de Enero de 2007, comencé mi vida normal a todo vapor. Como por ahora no hay más fiestas hasta Carnaval, tampoco hay más visitas ni invitaciones. Adoro mi vidita normal, todos los días lo mismo y sin embargo, cada día diferente, aunque el mejor momento del día es casi siempre la hora de mi cena y supongo que lo mismo le sucede al 90% de la humanidad. Hoy estuve casi todo el día limpiando. Mi pobre Fifío Aguacate (nombre y apellido de mi Volkswagen Fusca 1969 verde) estrenó capa nueva, también verde, después que estuve dos horas limpiándolo por fuera y por dentro. Hacía mucho tiempo que no lo limpiaba y estaba realmente asqueroso. Ahora no me canso de verlo. También comencé, pero no terminé, a limpiar el cuarto que era de los niños, que es la buhardilla de esta casa. Interrumpí la limpieza para irme a caminar con mi vecina y mejor amiga. Fuimos hasta el supermercado (a 3 kilómetros de aquí) donde compré una lechuga y al regreso empezó a llover por lo que llegamos a la garita todas mojadas y Luis Vigilante se quedó viéndonos con una sonrisa de oreja a oreja, ni sospeché por qué, pero al verme en el espejo lo supe: las ropas, mojadas, estaban pegadas al cuerpo y se me notaba hasta el ombligo. Cuando le dije a mi compañera de caminata que de ahora en adelante los días irían a ser cada vez más cortos ella se acordó de su mamá, doña Shisú, que también le decía lo mismo cuando ellas iban a bañarse en un cuarto muy pequeño, exclusivamente hecho para eso, que quedaba a unos 30 metros alejado de la casa, por la parte de atrás. No sé si sería una costumbre japonesa de aquellos tiempos que ya no se estila, o si todavía en el campo es así. Lo cierto es que la mamá se quedaba atizando el fuego que calentaba el agua, mientras la hija se bañaba.Hoy, martes 8 de Enero de 2007, comencé mi vida normal a todo vapor. Como por ahora no hay más fiestas hasta Carnaval, tampoco hay más visitas ni invitaciones. Adoro mi vidita normal, todos los días lo mismo y sin embargo, cada día diferente, aunque el mejor momento del día es casi siempre la hora de mi cena y supongo que lo mismo le sucede al 90% de la humanidad. Hoy estuve casi todo el día limpiando. Mi pobre Fifío Aguacate (nombre y apellido de mi Volkswagen Fusca 1969 verde) estrenó capa nueva, también verde, después que estuve dos horas limpiándolo por fuera y por dentro. Hacía mucho tiempo que no lo limpiaba y estaba realmente asqueroso. Ahora no me canso de verlo. También comencé, pero no terminé, a limpiar el cuarto que era de los niños, que es la buhardilla de esta casa. Interrumpí la limpieza para irme a caminar con mi vecina y mejor amiga. Fuimos hasta el supermercado (a 3 kilómetros de aquí) donde compré una lechuga y al regreso empezó a llover por lo que llegamos a la garita todas mojadas y Luis Vigilante se quedó viéndonos con una sonrisa de oreja a oreja, ni sospeché por qué, pero al verme en el espejo lo supe: las ropas, mojadas, estaban pegadas al cuerpo y se me notaba hasta el ombligo. Cuando le dije a mi compañera de caminata que de ahora en adelante los días irían a ser cada vez más cortos ella se acordó de su mamá, doña Shisú, que también le decía lo mismo cuando ellas iban a bañarse en un cuarto muy pequeño, exclusivamente hecho para eso, que quedaba a unos 30 metros alejado de la casa, por la parte de atrás. No sé si sería una costumbre japonesa de aquellos tiempos que ya no se estila, o si todavía en el campo es así. Lo cierto es que la mamá se quedaba atizando el fuego que calentaba el agua, mientras la hija se bañaba.
Hoy, martes 8 de Enero de 2007, comencé mi vida normal a todo vapor. Como por ahora no hay más fiestas hasta Carnaval, tampoco hay más visitas ni invitaciones. Adoro mi vidita normal, todos los días lo mismo y sin embargo, cada día diferente, aunque el mejor momento del día es casi siempre la hora de mi cena y supongo que lo mismo le sucede al 90% de la humanidad. Hoy estuve casi todo el día limpiando. Mi pobre Fifío Aguacate (nombre y apellido de mi Volkswagen Fusca 1969 verde) estrenó capa nueva, también verde, después que estuve dos horas limpiándolo por fuera y por dentro. Hacía mucho tiempo que no lo limpiaba y estaba realmente asqueroso. Ahora no me canso de verlo. También comencé, pero no terminé, a limpiar el cuarto que era de los niños, que es la buhardilla de esta casa. Interrumpí la limpieza para irme a caminar con mi vecina y mejor amiga. Fuimos hasta el supermercado (a 3 kilómetros de aquí) donde compré una lechuga y al regreso empezó a llover ...por lo que llegamos a la garita todas mojadas y Luis Vigilante se quedó viéndonos con una sonrisa de oreja a oreja, ni sospeché por qué, pero al verme en el espejo lo supe: las ropas, mojadas, estaban pegadas al cuerpo y se me notaba hasta el ombligo. Cuando le dije a mi compañera de caminata que de ahora en adelante los días irían a ser cada vez más cortos hasta que de nuevo llegase el invierno, ella se acordó de su mamá, doña Shisú, que también le decía lo mismo cuando ellas iban a bañarse en un cuarto muy pequeño, exclusivamente hecho para eso, que quedaba a unos 30 metros, por fuera de la parte de atrás de la casa. No sé si sería una costumbre japonesa de aquellos tiempos que ya no se estila, o si todavía en el campo es así. Lo cierto es que la mamá se quedaba atizando el fuego que calentaba el agua, mientras la hija se bañaba.
miércoles, 9 de enero de 2008
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1 comentario:
¡Hola mamita linda!
Que bueno que ya has recuperado tu paz y felicidad rotinera!
Ah! por que crees que yo deveria hacer economia?
¿qué ganas tengo yo de tomarme un baño de lluvia despues de una tarde de calor!
besitos
estrellita
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